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Cómo afrontar el miedo a las revisiones

QEl miedo a que vuelva a aparecer la enfermedad es una de las principales preocupaciones de las personas que han padecido cáncer, y cuando se acerca la fecha de las revisiones, este miedo está aún más presente. Es lo que se denomina síndrome de Damocles y, aunque pueda parecer difícil, existen técnicas para afrontarlo. Por Noelia Aragüete Q

Qué es el síndrome de Damocles El miedo y la incertidumbre patológica de que una enfermedad vuelva a aparecer se denomina síndrome de Damocles en relación a este personaje de la cultura griega que fue cortesano en la corte de Dionisio II. En un relato de la época se cuenta que Damocles intercambia su lugar en la mesa con Dionisio para disfrutar de los benefi cios de estar en su sitio. Una noche, durante un banquete, Damocles miró hacia arriba y se dio cuenta de que encima de él había una espada colgando de un hilo muy delgado, por lo que fue incapaz de seguir disfrutando del banquete ya que pensaba que la espada podría caer sobre él en cualquier momento. “Y es que el miedo puede ser un aliado cuando causa una sensación de alerta adecuada, pero también puede ser un enemigo si hace que nos alejemos de las revisiones”, afi rma Belén Colomina, psicoterapeuta Gestalt e instructora de mindfulness que colabora con la aplicación de meditación Petit Bambou. Las revisiones son tediosas y generan diferentes niveles de ansiedad: física, cognitiva (pensamientos) y motora (conducta), pero son necesarias para detectar cualquier anomalía, no solo una recidiva de la enfermedad, sino cualquier efecto secundario de los tratamientos. ¿ Cuáles son los síntomas más comunes? ● Llegan a tu mente pensamientos intrusivos o rumiativos negativos. Están continuamente en tu cabeza y parece que se retroalimentan, son cada vez más frecuentes, según llegan las pruebas de la revisión y la temible cita en la que el oncólogo te dará los resultados. Estos pensamientos son muy comunes en todos los pacientes, por lo que deben delimitarse y, una vez les hayas dedicado “su tiempo diario”, intentar focalizar la atención en otros pensamientos. ● Evitas hablar de la enfermedad y de las próximas citas médicas. Crees que evitando hablar del tema se paliará el miedo a las revisiones. Quienes te rodean entienden por lo que estás pasando; déjales conocer tus sentimientos para que puedan acompañarte mejor psicológicamente. ● Dejas de hacer planes para el futuro por si en la revisión te dan malas noticias. Son pensamientos anticipatorios sin ninguna evidencia. Aprendiste la lección: nadie sabe lo que le puede suceder mañana, así que vive cada momento, incluso si los planes no son como habías imaginado. ● Atención selectiva e interpretación equivocada; antes de acudir a las pruebas es probable que estés más atento a tu cuerpo y puedes, incluso, notar molestias a las que hasta entonces no habías prestado atención. Ante cualquier duda, es necesario consultar con el oncólogo pero muchas veces esas molestias son solo fruto de una hipervigilancia. ● Interpretación equivocada de signos externos: crees que algo va mal según el tiempo que tardan en llamarte para la consulta e interpretas signos negativos en las caras de los médicos. Estos síntomas son fruto de la ansiedad e irán desapareciendo según pase el tiempo y las revisiones sean satisfactorias.

“La revisión de los cinco años amaneció con imágenes sospechosas, más pruebas, más incertidumbre, más consultas, más miedo, mucho… Pero también más fuerza”

L¿ Cuándo es necesario pedir ayuda a un especialista? Si el miedo anticipatorio es excesivo e interfi ere en el día a día, hace que tengas difi cultades de sueño y que comas mucho más o mucho menos, quizá debas plantearte pedir ayuda psicológica. Los profesionales sanitarios están para ayudarte en todo el proceso, también después de pasar los tratamientos oncológicos, puesto que las secuelas psicológicas son las que son más difíciles de sobrellevar. La empatía de estos profesionales te hará ganar confi anza y te servirá para trabajar la gestión de las emociones, el control de los pensamientos y la ansiedad, independientemente de si ya contaste con un psicólogo o no durante los tratamientos. “Muchas personas solicitan la ayuda psicológica después de haber superado la enfermedad porque es cuando se sienten más desprotegidos. La irritabilidad, llorar y sentirse nervioso son comportamientos normales, porque forman parte del proceso de agotamiento”, como indica la psicooncóloga de la clínica MD Anderson, Marta de la Fuente, quien también apunta a que si una persona ya presentaba ansiedad antes de sufrir el cáncer, el hecho de tener que enfrentarse a las revisiones agrava la situación.

a terapia cognitivo-conductual para pacientes de cáncer y sus familiares aporta efectos positivos en pocas sesiones. Pedir ayuda a un especialista también forma parte del proceso oncológico; de hecho, según el Informe de Necesidades No Clínicas de pacientes de cáncer y sus acompañantes, elaborado por la Fundación ECO y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), un 30 % de los pacientes la necesita. Un dato alto a pesar de que casi en la mitad de los hospitales con servicio de oncología no cuentan con esta prestación y los pacientes deben acudir a asociaciones como la AECC, donde es gratuito tanto para pacientes como para sus familiares, o bien deben acudir a consultas de profesionales privados.

Técnicas para afrontarlo Antes de la revisión llegan a la mente pensamientos anticipatorios negativos. Esto es completamente normal, tenemos que ser conscientes de ello y saber manejarlos. Para ello hay que pararse a pensar: estoy ante una revisión y es normal

“A pesar de no saber cómo empezar, ¡sí tengo claro cómo seguir! Peleando en cada revisión, pero acotando el cuadrilátero”

que esté nervioso. Externalizar este miedo y desahogarse hará que te sientas más aliviado. Es difícil poner palabras a los sentimientos, pero es necesario verbalizar cómo te sientes, quizás escribiéndolo y haciendo el ejercicio de intentar cambiar las frases en positivo. En vez de decir: “puede que la revisión vaya mal”, decir: “seguro que todo está bien”, cambiando los verbos de obligación por “quiero” o “no quiero”. “Es un ejercicio difícil, porque hay muchas más emociones que palabras para describirlas. El hecho que produce esta sensación no lo puedes cambiar, lo único que cambia de una persona a otra es la emoción”, cuenta Patty Lluch quien, a partir de sufrir un cáncer de mama y demás baches en la vida, ha encontrado su lugar como coach de Withoutfi lters. Ella misma recomienda bajar la conciencia al nivel de aquí y ahora: párate y sé consciente de qué te dice tu cabeza. Pon atención a cómo te hablas a ti mismo. Trátate con delicadeza, sin sentirte culpable por estar nervioso. Párate y dedícate tiempo ya que tú eres la persona más importante. Las técnicas de mindfulness te ayudarán a aceptar los pensamientos, incluso aquellos más negativos. No consiste en parar la mente, sino en aceptar que a esta también llegan pensamientos dañinos. “Hay que aceptar que es un proceso largo, pero que yo soy el responsable de mi bienestar. La mente es como un músculo que hay que entrenar”, afi rma Belén.

Recomendaciones La doctora de la Fuente nos recomienda algunos ejercicios para gestionar ese momento angustioso que se vive antes de entrar en la consulta: ● Practica la respiración abdominal, esto hará que tu cuerpo se serene. ● Intenta estirar la espalda y el cuello ya que es posible que notes tensión en la espalda a causa del nerviosismo. ● El nivel de pensamientos intrusivos es máximo en la sala de espera, por ello intenta llevar la atención a otro lado. Por ejemplo, puedes hacer cuentas, repasar la lista de la compra o pensar en las paradas del metro que tienes hasta llegar a casa. Sobre todo, como dice la doctora de la Fuente, “no tengas miedo a sentir miedo”. Estás viviendo un proceso adaptativo en el que poco a poco irás alcanzando más seguridad y aunque el miedo no desaparezca del todo, aprenderás a vivir con él dejándole solo un pequeño hueco en tu vida.

TESTIMONIO. CÓMO VIVO MIS REVISIONES El tiempo juega un papel básico en la comprensión del diagnóstico. Aparecen quistes, lesiones en el hígado, calcificaciones e imágenes desprovistas aún de un nombre y apellido. En sucesivas consultas, pruebas y análisis ese nombre se va acercando y te va cercando: CÁNCER. Somos una batalla más en esta guerra, pero cuando nos toca es la nuestra y es curioso cómo estamos a la vez inmensamente solos y profundamente acompañados. En mi caso, un pequeño cáncer de mama in situ en 2012 terminó siendo sorprendente, agresivo, bilateral… Y después de tres operaciones acabé con una mastectomía doble con reconstrucción inmediata y la extracción de todos los ganglios en ambos brazos. Le sucedió la quimioterapia y la radioterapia. Las primeras revisiones son terribles… Estás convencida de que todo va a volver a empezar. El miedo se va instalando según se acerca la fecha, toma posiciones y conquista territorio. Yo personalmente, ¡lo combato con Lexatines y cerveza! Sin juntarlos ;-)), los voy alternando. Pasas de 3 a 6 meses, que siguen pareciendo cortos pero te vas acostumbrando. Algún Lexatin menos… Dejas de mirar las caras de los ecógrafos, y de preguntar

todo el rato “¿está bien?”, incluso a la enfermera que te pasa a consulta. Ha ido pasando el tiempo. Después de dos o tres años logré olvidarme en gran parte, deshacer los nudos, no consultar Internet a la mínima, quitarme de encima el miedo... Mi familia y mis amigos dejaron de mimarme en exceso, mi hijo fue creciendo y la cotidianeidad fue haciendo su hueco. ¡Esa es la victoria! Aunque nunca sabes si has ganado la guerra, el tiempo te lo irá susurrando al oído. En mi caso, quedaban batallas. La revisión de los cinco años amaneció con imágenes sospechosas, más pruebas, más incertidumbre, más consultas, más miedo, mucho… Pero también más fuerza, más conocimiento del enemigo y de su lenguaje. ¡Todo ayuda! Finalmente, una metástasis hepática me llevó de nuevo al quirófano en 2017 y a la primera casilla de este macabro juego, ¡otra batalla vencida! Mi actitud está más reforzada. Hay que ocuparse, pelear y luego esforzarse en olvidar, en conseguir que el cáncer ocupe justo el lugar que le corresponde, ni un centímetro más. En nuestros pensamientos, nuestros planes, nuestras conversaciones, lo justo. Y en eso, las revisiones son un gran aliado. Sigo yendo con miedo, pero siendo consciente de lo importantes que son. Esa

última metástasis hepática, sin operar a tiempo, hubiera sido una tumba. Mezclo el miedo y la alegría por tener una vida casi normal y el lujo de las revisiones. Me miran, me estudian, me ayudan en esta batalla y contribuyen a mi victoria. Tengo un inmejorable ejemplo. Mi tía (prácticamente mi madre) tuvo un cáncer de colon del que se recuperó con ánimo, cirugía y tratamiento. Años después, cuando la acompañaba al médico y le preguntaban si había tenido operaciones o enfermedades importantes, ella contestaba: “cirugía en el brazo izquierdo, porque me atropelló un coche en Bravo Murillo”. Yo la miraba sorprendida y le decía: “Tía, ¿alguna cosa más?”, y entonces respondía: “Uy, sí, se me olvidaba… ¡y cáncer!”. Quiero dedicarle a ella este pequeño relato. Muchos años después el cáncer se la llevó, siendo ya mayor, pero os aseguro que no le robó ni un solo minuto de más a su vida. A pesar de no saber cómo empezar, ¡sí tengo claro cómo seguir! Peleando en cada revisión, pero acotando el cuadrilátero. Domesticando al cáncer, impidiendo su expansión física pero también la psicológica, conviviendo con él pero arrinconándolo. En definitiva, lo que intentamos todos los días un número enorme de personas a las que desde aquí envío un abrazo. Consolación Gutiérrez.