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Una guerrera que nadie detiene

Por Valérie Dana

No soy el prototipo de la aventurera pero me encanta vivir experiencias ajenas a través de la lectura. Sola en bici de Cristina Spínola (Ediciones Casiopea) es un libro que no deja indiferente a nadie, en un momento en el que se habla tanto de las diferencias entre mujeres y hombres. Tener sueños y conseguir que se hagan realidad no es sencillo, pero es posible y así nos lo demuestra Cristina.

Desde el primer capitulo de tu libro transmites una emoción que persigue al lector durante todo el camino: el miedo. Miedo que tú misma sentiste más de una vez durante un periplo que ha durado tres años. ¿Cómo se enfrenta una mujer a situaciones que parecen a veces extremas?

En un principio no estás acostumbrada a enfrentarte a situaciones extremas. Te invade el pánico pero sabes muy bien dentro de ti que si pierdes el control estás perdida y sí, vas a morir. Sobrevives porque tú debes controlar la situación. Te acostumbras a gestionar tus emociones cuando, una vez tras otra, te enfrentas a un problema. El pánico es lo que nos lleva a la muerte. Las primeras veces me gritaba a mí misma: “tú puedes, tú puedes, tranquila, contrólate”. No venimos de serie preparados para eso, es algo que se aprende en el camino.

La soledad también está muy presente en más de la mitad de tu libro. Parece que estás casi siempre acompañada en tus paradas, pero los kilómetros pedaleando duran horas y horas. ¿Cómo lidiaste con este sentimiento?

La soledad es, seguramente, lo más duro de un viaje de esta envergadura. Es verdad que aprendes a llevarla pero, si es muy extrema como la que estoy viviendo en mi aventura actual, llega un momento en el que empiezas a volverte loca. Lo notas, además, porque empiezas a hablar sola continuamente. No como lo que todos solemos hacer de vez en cuando, no. Va mucho más allá. Y luego te estresas mucho, demasiado. No conocía la meditación antes de este viaje, tampoco practicaba yoga ni nada de eso. Me acostumbré a entrar en trance mientras pedaleaba. Era como una meditación: no sentía, no pensaba en el sufrimiento. Incluso empezaba a recrear en mi mente situaciones positivas que había vivido y, cuando me daba cuenta, ya había llegado. Creo que le pasa a otros deportistas. Parece que flotas en el aire, no sufres, no sientes.

Pero esta soledad es buscada. ¿Te puedes imaginar cómo se sienten las personas que están solas en su día a día, sin nadie con quién hablar?

Creo que es lo peor que hay, la soledad no escogida. Aunque estar acompañada y sentirte sola también es terrible. Es verdad que esta soledad la elijo yo. A veces la necesito, pero cuando dura demasiado te come por dentro. También te hace muy fuerte, eso sí.

¿Cambió todo con la llegada de Marika en México?

Cambió el viaje, fue muy diferente. Al principio quería hacer un viaje sola. Enfrentarme en solitario a todas estas cosas que me encontré en el camino. Con la llegada de Marika descubrí que cuando viajas sola, aprendes otras cosas, no más pero sí diferentes. El viaje es más fácil porque la gente se vuelca en ti. Todo te lo dan. Cuando estás acompañada, la magia se rompe.

“Creo que lo peor quehay es la soledad noescogida”

¿El peligro disminuye?

Siendo dos mujeres, la verdad es que no. Diría que incluso podría ser peor. El hecho de que seamos dos chicas es un argumento para que los hombres te molesten por la noche. Con Marika descubrí que es importante viajar con alguien para descubrirte a ti misma.

Dices en tu libro que el periodismo, tal y como se practica, ha llegado a aburrirte. ¿Por qué?

El periodismo no es sinónimo de libertad. No estaba aprendiendo nada nuevo y, sobre todo, no contribuía para nada bueno a la sociedad. No hacía nada más que sacar todo lo negativo en la televisión donde trabajaba. Estudié periodismo y tenía un compromiso conmigo misma y con la sociedad en este momento. Cuando tengo algo en mente, voy hasta el final, y no estudié periodismo para obtener este resultado. Quería conocer el mundo en bicicleta, no se me ocurrió de un día para otro. Siempre ha sido mi sueño. Llevo en la sangre ser periodista con lo cual siempre estoy escribiendo, es mi forma de vida. Grabé mi viaje, está en YouTube, para poder compartirlo.

¿Por qué emprender tal viaje?

Como experiencia personal, pero también para compartir con los demás mi crecimiento personal, lo que iba viendo y aprendiendo. A raíz de eso mucha gente me escribió para contarme que querían salir de su casa, emprender viajes, romper las cadenas, la presión social. Es una forma de decir que si yo puedo, tú también. Soy pequeña, flaquita y esto ha ayudado a otros a creer en ellos. Es un granito de arena que permite a otras personas reflexionar, darse cuenta de cuál es el verdadero sentido de la vida.

¿Qué crees que has aportado a las mujeres?

Les he servido de ejemplo, o eso creo. Todos necesitamos una referencia antes de dar un paso, no todo el mundo se lanza como lo hice yo. Aparecí en el momento adecuado. Me han escrito desde la India y otros países asiáticos dándome las gracias por haberles inspirado. Una mujer me ha contado que se había enfrentado a su familia y había podido salir de su país dejando a su hijo con su marido para subir al Everest (al campamento base). Ella, a su vez, ha inspirado a otras mujeres, también a sus hijos… El granito de arena se convierte en una playa.

“Este viaje me ha enseñado que valgo un montón y no lo sabía”

Tu viaje en bici es mucho más que una aventura. Lo que buscas es dar voz a las mujeres. ¿Ha sido una decisión muy reflexionada? La igualdad, o más bien la desigualdad, ¿es algo que siempre te ha chocado?

La verdad es que lo he hecho sin pensar. Cuando trabajaba, la mayoría de los sucesos que llegaban a la redacción trataban de violencia hacia la mujer. España siempre llegaba a los primeros puestos en las estadísticas y Canarias es muy machista. Tuve la oportunidad de estudiar en Madrid y luego ir durante dos años a Bruselas donde descubrí lo que era la igualdad. Cuando llegué a mi tierra, fue un cambio importante. En India, por ejemplo, son los hombres los que luchan contra esta desigualdad. Son ellos, a través del Rotary, los que me han permitido dar conferencias allí. ¿Por qué lo hacen? Porque tienen hijas y quieren que estudien y que accedan a lo mejor. Saben que en el futuro la mujer tendrá otro papel. Me di cuenta a raíz de este viaje de que las mujeres tienen miedo a los hombres en varias partes del mundo.

Durante el viaje varios hombres te trataron muy mal.

Sí, piensan que eres una prostituta.

¿Por el hecho de ser mujer o de ser de piel blanca?

No, por el hecho de ir sin un hombre.

Te practicaron una histerectomía en 2014, poco antes de empezar tu viaje. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo lo viviste?

Tuve cáncer. Estuve mal durante mucho tiempo. Mi vida deportiva se fue al garete y gracias a la seguridad social, me ingresaron. Después me hice chequeos y todo iba bien.

Pero, ¿no te daba miedo irte de un día para otro? ¿Los médicos no te impidieron este viaje?

Me daba igual… No le dije a nadie que me iba a ir, no lo podía decir.

¿Este viaje era más importante que tu vida?

Sí. Me daba igual morir.

¿Pensaste en lo peligroso que podía llegar a ser?

Pensé que iba a ser bueno para mi mente y, si lo es para la mente, tiene que serlo para el cuerpo. A lo mejor me equivoco… pero yo creo que el tiempo me ha dado la razón.

Cuando tienes un quiste en la columna que te obliga a parar durante un mes, escribes que querías “moverte para que la enfermedad no te dominara física y mentalmente”. Controlas tu mente de manera increíble. ¿Lo trabajaste o es algo natural en ti?

No he trabajado nunca la meditación. He aprendido a lo largo del viaje. No tenía consciencia de mi fuerza mental. Además, mi autoestima era muy baja cuando empecé el viaje. Siempre ha sido muy baja. Tuve una infancia muy dura y nunca me valoré demasiado.

¿La histerectomía fue un palo para ti? ¿Te hizo dudar de tu feminidad?

Para nada. Se me quitó un gran problema de encima. Para celebrarlo, decidí hacer lo que siempre había soñado. Al final me he librado de una enfermedad.

¿Qué te ha enseñado esta vuelta al mundo sobre ti, sobre el mundo en general?

Sobre mí, me ha enseñado que valgo un montón y no lo sabía. Y que el mundo es muchísimo mejor de lo que lo pintan. Es hermoso y la gente es maravillosa, allá donde vas.

¿Nos quedamos siempre con los recuerdos bonitos?

Creo que tuve 2.500 días de bici y 4 días muy malos: cuando me intentaron violar en el norte de Malasia, cuando me robaron con machetes en Salvador, cuando intentaron entrar de noche en mi habitación en la India... Pero esto no está en el libro.

“Me falta poder ir a cualquier país sin que me molesten, por ejemplo. No deberíamos preocuparnos por el hecho de ser mujeres”

¿En cuál de los países que visitaste ha sido más complicado ser una mujer sola? Añadiría blanca… El racismo también existe hacia los blancos aunque lo veamos siempre desde nuestra perspectiva.

Por lo que he visto, ser blanco es un seguro de vida. Creo que si no hubiera sido blanca no estaría con vida.

¿Por qué? ¿Porque temen las represalias?

Sí, los matan. Ni se acercan a los blancos porque si les tocan están muertos.

¿Qué te han parecido las mujeres que conociste a lo largo de tu periplo? ¿Tenían las mismas preocupaciones que tú?

Obviando la brecha cultural y educativa que es enorme, al final te das cuenta que todas somos iguales. Nos sentimos identificadas. En cierto modo, soy más libre que ellas pero todavía no lo soy del todo. Me falta poder ir a cualquier país sin que me molesten, por ejemplo. No deberíamos preocuparnos por el hecho de ser mujeres.

Nos deberíamos considerar todos como seres humanos.

Claro. Llegará pero, ¿cuándo?

¿El dinero lo compra todo?

En los países pobres sí, por supuesto.

¿Cómo se afronta la vuelta? ¿Vas a poder parar quieta?

Estoy recorriendo en kayak el mar de Cortés, en México. Es una aventura mucho más peligrosa que el viaje en bici. Es muy dura y estoy sola. Hay que trabajar otro grupo muscular y me cuesta considerablemente. Me enamoré del mar cuando estaba pedaleando en Baja California. Es pura naturaleza...