14 minute read

La información y la detección precoz

CLAVES PARA REDUCIR LA TOXICIDAD DE LOS TRATAMIENTOS ONCOLÓGICOS

Por ANA MARÍA MARTÍN

Ilustración por ALBALUNA DIAMOND

El desarrollo de nuevos tratamientos oncológicos y el incremento de la supervivencia de los pacientes de cáncer hacen que cada vez sea más necesaria la realización de estudios que arrojen información sobre los efectos secundarios, a corto y largo plazo, de estas terapias. En ocasiones, los pacientes tienen que lidiar con secuelas durante buena parte de su vida, aunque con la aparición de las nuevas terapias, las recomendaciones de los profesionales sanitarios y los tratamientos de soporte en aquellos casos en los que sea necesario, buena parte de estos efectos secundarios permanecen bajo control, e incluso desaparecen, permitiendo al paciente llevar una vida activa y de calidad.

¿Por qué aparecen estos efectos secundarios?

Entender por qué aparecen estos efectos secundarios tras el tratamiento oncológico es el punto de partida para tomar medidas preventivas e intentar evitarlos o paliarlos en lo posible. Es importante tener en cuenta que los agentes quimioterápicos ejercen su acción fundamentalmente sobre las células cancerígenas pero también actúan, en mayor o menor grado, sobre el resto de las células del organismo. Es en este punto en el que aparecen los efectos tóxicos sobre el organismo. Las células más afectadas por esta toxicidad son las que comparten características con las células tumorales, y en especial aquellas que registran una división celular alta, como son las células de los folículos pilosos de la médula ósea, el sistema digestivo y el sistema reproductor.

Las opciones de tratamiento disponibles para el cáncer se han incrementado mucho en los últimos años dando lugar a la aparición de nuevos tratamientos como son las terapias dirigidas y la inmunoterapia. Tal y como explica la doctora Yolanda Escobar, coordinadora de la Sección de Cuidados Continuos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), “el objetivo de estas terapias es bloquear moléculas específicas de las células cancerosas para retardar o detener el crecimiento tumoral”. En su opinión, una de las ventajas de este tipo de terapias, en comparación con la quimioterapia convencional, es que “son más específicas contra las células tumorales y generan menos efectos secundarios de los considerados tradicionales, como son las náuseas, vómitos, alopecia, toxicidad hematológica, etc., pero tienen su propio espectro de toxicidad que también puede llegar a ser grave e, incluso, mortal”.

De la misma manera, en el caso de la radioterapia los efectos secundarios dependerán mucho del tipo de cáncer tratado, su ubicación, las dosis empleadas y, en general, el estado de salud del paciente. Con la aplicación de esta terapia se pretenden destruir células cancerosas empleando para ello dosis relativamente altas de radiación, por lo que los efectos secundarios son el resultado de los daños generados a las células y los tejidos sanos ubicados cerca de la zona tratada. Si bien es cierto que con la introducción de nuevas técnicas de radioterapia como la radioterapia de intensidad modulada (IMRT), la radioterapia esterotáxica (SBRT), etc. se ha conseguido un incremento de la precisión en la aplicación de la radioterapia que ha reducido mucho los efectos adversos; hay que estar alerta ante su posible aparición a partir de la segunda o tercera semana de tratamiento, y continuar la vigilancia varias semanas después de haber finalizado el mismo.

"Una vez instaurado el tratamiento, la detección precoz de la toxicidad es la mejor forma de atajarla"

En este contexto, la Dra. Escobar considera que “no hay prevención conocida para las distintas toxicidades”, aunque matiza que “estas pueden impedirse o minimizarse si se hace una selección correcta de los pacientes candidatos, así como de las dosis e intervalos de administración de los distintos fármacos de la familia de los biológicos, teniendo en cuenta además sus factores de riesgo para determinadas toxicidades, como pueden ser comorbilidades o hábitos”. No obstante, esta experta considera que, a pesar del uso de este tipo de terapias más dirigidas, estas también “presentan una serie de efectos colaterales a veces impredecibles”. Por ello, la representante de la SEOM insiste en que “una vez instaurado el tratamiento, la detección precoz de la toxicidad es la mejor forma de atajarla”.

Efectos a corto y largo plazo

La lista de efectos adversos precoces o que suelen aparecer en las primeras etapas del tratamiento es muy amplia. Caída del cabello, náuseas, vómitos, cansancio, dermatitis diversas, infecciones secundarias, pérdida de apetito, llagas en la boca y sequedad cutánea son algunos de ellos. Sin embargo, transcurridos meses o incluso años desde la finalización de la terapia, muchos pacientes tienen que seguir lidiando con síntomas que comprometen su calidad de vida: la fatiga o astenia, la toxicidad cardíaca, el deterioro cognitivo, la pérdida de memoria, el linfedema en los casos de cáncer de mama, los problemas óseos y la aparición de segundos tumores son algunos de los más comunes.

Esta especialista explica que algunas de las toxicidades más comunes a corto y medio plazos asociadas a los tratamientos oncológicos son las cutáneas (que se reflejan en la piel, el cabello, las uñas y los ojos), la toxicidad cardiovascular (que da lugar a la aparición de la hipertensión arterial, la insuficiencia cardiaca o a cambios en el electrocardiograma) y la toxicidad gastrointestinal (que se manifiesta con diarrea o perforación intestinal). En este contexto hay que tener en cuenta también, según matiza la doctora Escobar, otro tipo de toxicidades como la pulmonar, la hepática o las alteraciones hidroelectrolíticas.

Sin embargo, dentro de este gran espectro de efectos secundarios, “los efectos más preocupantes para el enfermo son aquellos que alteran su vida”, aclara la coordinadora de la Sección de Cuidados Continuos de la SEOM, “destacando por su frecuencia la astenia, la diarrea y, por su gran visibilidad, las alteraciones cutáneas como el rash, las fisuras o la eritrodisestesia palmoplantar”.

El cansancio

Si hay un efecto secundario vinculado a la terapia oncológica que se perfila como el gran protagonista por su prevalencia, no solo durante la terapia sino también tras finalizar la misma, es el cansancio o astenia tumoral. Según los datos que se desprenden del Informe sobre las Necesidades de los Supervivientes de Cáncer elaborado por el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC), el 64 % de las personas que han superado la enfermedad experimenta pérdida de energía y cansancio. Pese a ser uno de los síntomas más habituales, su evaluación suele ser compleja y, en ocasiones, se presenta como uno de los efectos adversos de los tratamientos oncológicos más infravalorados. La gran diferencia del cansancio o fatiga asociados al tratamiento oncológico y el cansancio que aparece debido a otra causa, suele ser que el primero no cesa descansando, de ahí que se trate de un cansancio que interfiere en la vida cotidiana del paciente. Tal y como explica la Dra. Escobar, los principales signos del cansancio asociado al cáncer o astenia tumoral pueden resumirse en los siguientes puntos: cansancio que no disminuye con el descanso, sensación de agotamiento tras la actividad física cotidiana, aparición de cansancio en ausencia de actividad física, dificultad para concentrarse, necesidad de pasar más tiempo del habitual en la cama y un cansancio que interfiere con las actividades cotidianas y las relaciones personales, laborales y sociales.

En este sentido, Andrea Rubio Redondo, paciente diagnosticada de carcinoma ductal infiltrante de mama en mayo de 2016, comenta que fue a partir de la tercera sesión de quimioterapia cuando se empezó a sentir realmente muy cansada. “A pesar de que las últimas sesiones eran ya más suaves, tú vienes con la carga de las sesiones anteriores, que habían sido muy duras, y ya no da tiempo a recuperarse. Además, yo cuando llegué a las sesiones de radioterapia ya iba muy cansada por la quimioterapia y tenía el cuerpo machacado. A mí la radioterapia me produjo mucho, mucho cansancio y también diarreas, además de las quemaduras propias de este tratamiento”, explica.

"A pesar de haber pasado bastante tiempo desde que terminó el tratamiento te das cuenta de que sigues sin estar bien"

Además del cansancio, Andrea explica que fue a partir de la segunda sesión de quimioterapia cuando empezó a tener otro tipo de efectos secundarios y “todo empezó a descontrolarse”. Junto con la caída del pelo, aparecieron las alteraciones en las uñas de las manos y de los pies, así como otros efectos que Andrea describe y que quizás son más desconocidos: “Todo me sabía a acero, no sentía el paladar, no notaba si la comida estaba fría o caliente, agarraba las cosas y no sabía si las tenía o no cogidas porque había perdido sensibilidad en las manos”, apunta.

A punto de cumplirse tres años de la finalización de su terapia, Andrea explica que continúa lidiando con el cansancio, el dolor de huesos y con algo muy importante que “es que, a pesar de haber pasado bastante tiempo desde que terminó tu tratamiento, te das cuenta de que sigues sin estar bien, sigues acarreando efectos y ves que las consecuencias son tanto físicas como psicológicas”.

La doctora Escobar, desde la Sección de Cuidados Continuos de la SEOM, proporciona los siguientes consejos para ayudar al paciente a disminuir el cansancio ocasionado por el tratamiento oncológico.

► Intentar conservar la energía, emprendiendo solamente las actividades más importantes en los momentos en los que se encuentre menos cansado; hacer una lista de las actividades que desea realizar, estableciendo prioridades. Si el estado del paciente lo permite, hacer ejercicio suave unos 30 minutos al día, sobre todo aeróbico ligero como caminar, bicicleta estática y/o natación.

► Limitar el periodo diario de encamamiento puesto que el reposo no mejora la astenia y puede empeorarla por contribuir a la pérdida de masa magra.

► Ser realista sobre las propias limitaciones, no subestimarlas; solicitar y aceptar la ayuda de los demás y compartir o delegar tareas en ellos.

► Si el paciente sufre estrés, este puede agravar la astenia; se recomienda utilizar métodos para reducirlo: técnicas de relajación, meditación, música, oración, conversación, etc.

► Mejorar la cantidad y calidad del sueño reduciendo el consumo de estimulantes (cafeína) y adoptando medidas de higiene al respecto (habitación fresca y ventilada, luz apagada, ausencia de ruidos, horarios estables). Si es preciso, y previa consulta médica, usar fármacos hipnóticos para garantizar un mínimo de horas de sueño.

► Consultar al médico si aparecen síntomas que puedan aumentar o mantener la astenia, como el insomnio, el dolor, la ansiedad y la depresión.

► Intentar nutrirse e hidratarse lo mejor posible para mantener el estado general; en caso de dificultad, consultar para recibir apoyo nutricional.

Información como herramienta preventiva

En este contexto, la información se perfila como elemento crucial a la hora de ayudar al paciente a identificar los efectos adversos vinculados a la terapia, así como a prevenir o a minimizar su aparición. La doctora Imma Garrell Lluís, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, y Coordinadora del Grupo de Trabajo de Cáncer de la CAMFiC (Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària), explica que “el grado de información que tenga el paciente, ya sea de los tratamientos recibidos como de los posibles efectos secundarios, le aportará mayor confianza y seguridad”. Tanto el oncólogo como el resto de los especialistas involucrados en su proceso, como son el médico de Atención Primaria o el personal de enfermería, se convierten en un gran apoyo para el paciente permitiendo que este manifieste sus dudas, sus preguntas y las preocupaciones sobre su enfermedad y sobre los efectos secundarios de su tratamiento en cualquier momento del proceso. “Cuanta más información tenga el paciente, mayor capacidad tendrá para identificar un nuevo síntoma y así podrá consultar al médico de familia u oncólogo sobre el mismo”. Para la doctora Garrell, “la mejor prevención de los efectos adversos de los tratamientos oncológicos es la información que se le haya ofrecido al paciente, no solo en papel, sino aclarando dudas, punto por punto, para saber identificar cada efecto a tiempo en caso de que aparezcan”.

"Cuanta más información tenga el paciente, mayor capacidad tendrá para identificar un nuevo síntoma"

En esta misma línea, Andrea destaca la importancia que tiene que “los pacientes se dejen ayudar por su entorno, que hagan caso a los médicos y que tengan confianza en todo el personal sanitario que está en el proceso”.

Apoyo desde atención primaria

La doctora Garrel añade que desde Atención Primaria se atienden tanto los problemas físicos como los funcionales, psicológicos y sociales de estos pacientes, aunque avanza que “las consultas más habituales debidas a las terapias oncológicas, son las que afectan al estado de ánimo, aunque el paciente no lo relacione de manera directa con la enfermedad”. En este sentido, esta experta aclara que “suele haber muchas somatizaciones y trastornos de ansiedad”. Andrea, como paciente, indica que el miedo fue su acompañante incondicional durante su tratamiento y explica que para intentar vencerlo se mentalizaba antes de las sesiones pensando que era el paso que tenía que dar para curarse.

Esta especialista en Medicina Familiar y Comunitaria explica que el médico de familia atiende, sobre todo, “aquellos problemas que persisten después de la primera fase del tratamiento en el ámbito hospitalario. Este es el caso de los sofocos, los trastornos secundarios en los tratamientos hormonales, la fatiga que puede persistir temporadas muy largas después de haber finalizado la quimioterapia o la radioterapia, la osteoporosis, los problemas cardiovasculares que pueden aparecer incluso muchos años después del tratamiento y los trastornos del ánimo, ya sean síntomas depresivos, ansiedad, trastornos sexuales, etc.”.

Además de los consejos y las recomendaciones de los profesionales sanitarios para sobrellevar mejor todos estos efectos adversos de la terapia oncológica, Andrea, desde su experiencia, aconseja a las pacientes que estén pasando por un proceso similar que “intenten hacer las cosas que les gustan, que entiendan que es su momento y que tienen que vivir la enfermedad a su manera”.

Recomendaciones generales para algunos de los efectos adversos más prevalentes. Sección de Cuidados Continuos de la SEOM.

► Conocer la toxicidad esperable; es recomendable tener algún folleto explicativo o, al menos, el documento de consentimiento informado para poder consultarlo.

► Preguntar dudas e incertidumbres al personal sanitario e informar siempre sobre cambios o alteraciones en su estado de salud.

► Cumplir los tratamientos y seguir las recomendaciones prescritas por el equipo sanitario destinados a controlar las distintas toxicidades.

► Llevar, en lo posible, una vida normal manteniendo actividades y relaciones.

► En caso de diarrea: evitar alimentos con lactosa, cafeína, bebidas con gas, alimentos grasos y alimentos ricos en fibra. Ingerir abundante líquido. Dieta astringente con manzana, plátano, arroz.

► En caso de alteraciones cutáneas del tipo de eritrodisestesia palmoplantar:

• Mantenerse en lugares frescos.

• Remojar pies y manos con agua fría.

• No usar agua muy caliente para ducharse/lavarse las manos o lavar los platos.

• Utilizar ropa ancha y calzado cómodo.

• No hacer ejercicios intensos, especialmente los días siguientes al tratamiento.

• Evitar el sol directo.

► En caso de rash cutáneo:

• Evitar el daño provocado por luz ultravioleta (el sol directo).

• Para la higiene diaria de la piel se recomienda el uso de geles de ducha o baño basados en aceites o preparados de avena y emplear agua a temperatura tibia.

• Emplear maquillaje corrector, idealmente hipoalergénico y desmaquillarse con lociones adecuadas.

• Usar protector solar con un índice de protección máximo.

• Utilizar emolientes para la sequedad cutánea asociada.

• Usar crema hidratante sin alcohol dos veces al día aplicada en toda la superficie corporal.

En conclusión, los efectos secundarios, a corto y largo plazo, de los tratamientos anticancerosos pueden alterar la calidad de vida de los pacientes con cáncer. La información y la detección precoz de todos ellos puede ayudar mucho a su control y a la minimización de sus efectos nocivos.